socoloco y sus historias

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“¡Sí! ¡Gané!”

La frase que inició todo este lío. Todo comenzó cuando la esposa de Evan, Marie, estaba leyendo el correo y encontró un sobre que había estado esperando durante semanas.

—¡Gané, cariño! —Marie agitó el sobre mientras corría hacia la sala de estar, donde Evan estaba viendo la televisión.

-¿Qué ganaste? -preguntó Evan.

“Participé en un concurso para ese salón de belleza “DeCaDes”, estaban regalando un cambio de imagen gratis que está valorado en 1500€ y ¡gané!”, exclamó Marie emocionada. “Oh, espera... es un cambio de imagen para dos…”

"Parece que has ganado por partida doble", dijo Evan. "¿A quién vas a llevar?"

—No sé... Supongo que odiarás esta idea, pero... —comenzó Marie.

—¿Qué? —preguntó Evan. “¿Qué tal si vienes conmigo?”, respondió Marie.

—¡De ninguna manera! —dijo Evan—. Tienes amigas a las que puedes llevarte, no me interesa.

“Pero, ¿piensas en esto? ¿Hacemos girar la ruleta y salimos iguales? Podríamos terminar siendo el Rey y la Reina, Bonnie y Clyde o parecernos a Fred Astaire y Ginger Rogers, exclamó Marie, será divertido.

“¿Allí incluso trabajan con hombres?”, preguntó Evan.

—Probablemente... Tal vez... No lo sé —respondió Marie—. De todos modos, me debes una. Me senté a ver ese partido de fútbol por ti y aceptaste hacer algo que yo quería hacer la próxima vez. Y quiero hacer esto juntos.

—Está bien… pero no les voy a permitir hacer nada que no apruebe —insistió Evan.

Una vez que Marie hizo la cita, esperó ansiosamente la brillante mañana de sábado en que irían a DeCaDes.

—Entonces, ¿qué hace que este salón sea tan especial? —preguntó Evan ¿Pueden transformarte en un hippie? ¿Y en qué se diferencia de un salón normal?

“La transformación es siempre al azar, entras, haces girar una ruleta que tienen con diferentes décadas y estilos, y cualquiera que sea el resultado, tienes que aceptarlo”, respondió Marie. “Así que todo es posible”.

—Todavía no me gusta esta idea —dijo Evan mientras Marie estacionaba su auto frente al salón.

—Bueno, qué lástima. —Marie sacó la lengua juguetonamente—. Hoy es mi día.

Cuando entraron en el salón, Evan se sorprendió al ver lo ajetreado y grande que era el lugar. Había filas y filas de sillas y espejos que se extendían por el local (muchos de ellos tapados, para que el resultado sea sorpresa), y varias cortinas, que pronto se revelaron como probadores cuando Evan vio a muchas mujeres saliendo con ropa de época. Aunque hasta el momento no había hombres, pero incluso en los salones normales, la clientela era mucho más femenina que masculina. Junto al escritorio de la recepcionista había una gran rueda, con pequeños espacios en ellos con diferentes décadas escritas.

“Hola, soy Marie, gané el concurso de cambio de imagen para dos”, dijo Marie en la recepción y entregando el boleto ganador.

La recepcionista, una rubia preciosa cuya etiqueta la identificaba como Candy, miró el cupón y levantó la vista para ver a Evan detrás de Marie.

“¿Y tú segundo está aquí?” preguntó Candy.

—¡Justo aquí! —Marie arrastró a Evan junto a ella.

—Perfecto, solo tomar asiento en la sala de espera y enseguida os atenderemos, estamos un poco atrasados esta mañana —dijo Candy, señalando una fila de sillas.

Marie llevó a Evan a sentarse y observaron cómo trabajaban las demás clientas. Para Evan, fue una demostración de lo que era el truco, ya que vio a las clientas entrar mirando hacia un lado y salir mirando hacia otro. Una joven con el pelo hasta la cintura entró, hizo girar la rueda y aterrizó en la década de 1920. Después de algunas lágrimas por la pérdida de su pelo, se sentó en la silla y un poco más tarde salió del probador como una chica de los años 20 con un corte de pelo corto, una pluma en el pelo y un cigarrillo largo, luciendo como si hubiera salido de una novela de Scott Fitzgerald. Eso ciertamente convenció a Evan de que el salón iba en serio y que eran buenos, aunque todavía no estaba seguro de todo el procedimiento.

“¿Entonces pueden hacer lo que quieran?”, preguntó Evan.

—Con el fin de convertirte en una persona de la década que te ha tocado, sí —respondió Marie.

—Creo que deberías ir sola, déjame ver si quiero hacerlo después de ver cómo te va. —Evan comenzó a ponerse de pie—. Quiero decir, no he visto a un solo tipo desde que entramos...

“¿Marie y Evan?”, gritó Candy. “¡Ahora les toca a ustedes hacer girar la ruleta!”

“¡Sí!”, exclamó Marie y salió corriendo de su asiento hacia el volante.

—Ahora, ¿quieren que hagamos el giro juntos o quieren hacerlo por separado? —preguntó Candy.

—Juntos, sí podemos —respondió Marie. Y como si sintiera que Evan estaba a punto de contradecirla—. Será más divertido si nos emparejamos. Evan mantuvo la boca cerrada.

—Muy bien, gira la ruleta —dijo Candy, dando un paso atrás.

Marie tomó la rueda y la hizo girar con todas sus fuerzas. La rueda giró a lo largo de las décadas mientras Evan y Marie observaban con expectación. Finalmente, fue perdiendo velocidad y avanzó lentamente a lo largo de los años 2000, 1990, 1980, 1920, 1930, 1940, antes de detenerse en los años 1950.

“¡Felicitaciones! ¡Ganaste el concurso de remodelaciones de los años 50! Si puedes ir a... Oh, qué pena. No tengo sillas juntas, ¿les importaría estar separadas?”, preguntó Candy.

—Para nada —dijo Marie, antes de volverse hacia Evan—. De esa manera, ambos nos sorprenderemos con el resultado del otro.

—No lo sé, cariño —empezó Evan.

—¡Calla! —dijo Marie—. ¡Lo prometiste!

—Vale, suspiró Evan.

—Evan, puedes ir a la silla dieciséis, que está allá atrás, y Marie, puedes tener la silla tres. —La voz de Candy se fue apagando mientras Evan se dirigía a la silla indicada.

Cuando llegó, fue recibido por una joven mujer de cabello negro azabache, que estaba flanqueada por otras dos mujeres.

—Hola, soy Elisa y me encargaré de tu cambio de imagen.

—Elisa le tendió la mano a Evan y le estrechó la mano. Y estas son mis asistentes, Marga y Shannon.

—Entonces, ¿cómo funciona esto? —preguntó Evan—. ¿Me peinas el pelo hacia atrás y me das una chaqueta de cuero?

Marga y Shannon se rieron mientras Elisa miraba una tableta en sus manos.

“Es un poco más complicado que eso, pero creo que te sorprenderán los resultados”, dijo Elisa. “Normalmente no tenemos clientes como tú, pero creo que mis chicas están a la altura de la tarea”.

“¿A los clientes les gusta el resultado?”, preguntó Evan. la mayoría repite contesta Elisa

—Simplemente tome asiento, señor, y nos encargaremos de todo a partir de ahora —dijo Shannon, ayudando a Evan a sentarse en la silla del salón.

Evan se sentó de forma muy cautelosa, con las manos sobre el regazo. Elisa se dio cuenta y le puso una mano tranquilizadora sobre el hombro.

—No te preocupes, tenemos algo para los clientes nerviosos como tú —dijo Elisa mientras tomaba un par de auriculares inalámbricos—. Un poco de música relajante.

Evan aceptó los auriculares, pensando que se sentiría más a gusto si no escuchaba el bullicio del salón de fondo. Se los colocó y de inmediato comenzó a escuchar música pop de los años 50. Al principio, solo los escuchaba, golpeando con los dedos el apoyabrazos, pero a medida que sonaba, Evan comenzó a sentirse más a gusto.

—Simplemente ponga su firma aquí —Elisa le entregó su tableta a Evan—. Es un formulario estándar, todos tienen que firmarlo, incluso su esposa.

Y era cierto, porque mientras Evan se sentaba con la tableta, Marie hizo lo mismo en su lugar. Por supuesto, primero leyó el documento, pero era realmente un formulario estándar, que simplemente exima al salón de cualquier responsabilidad en caso de que no estuvieran satisfechos con el resultado. Marie no veía ninguna razón por la que pudiera estar insatisfecha, así que siguió adelante y lo firmó.

En circunstancias normales, Evan habría leído lo que decía, pero se sentía tan bien y relajado que simplemente garabateó su firma sin leer atentamente el documento y aceptando el cambio de imagen. Mientras tanto volvió a sentarse en la música relajante. Su mente empezó a divagar cuando Elisa le sumergió la cabeza en el recipiente con agua tibia.

—No te preocupes, cuando terminemos serás la imagen perfecta de los años 50 —dijo Elisa.

Elisa comenzó a masajear el cuero cabelludo mientras aplicaba el champú, lo cual fue sumamente relajante y le hizo sentir muy bien. Tan bien que la tensión que había sentido Evan cuando entró comenzó a desaparecer y su mente comenzó a flotar. Mientras la música seguía sonando, Evan siguió sintiéndose a gusto. Cuando finalmente se relajó, Elisa notó que Evan finalmente se había quedado medio dormido en la silla.

"No te preocupes, te haremos lucir hermosa en poco tiempo", dijo Elisa mientras Marga y Shannon comenzaban a preparar algunos otros artículos que iban a usar.

—Tienes suerte de que tu color ya sea perfecto, así no hay que teñirlo. —Marga se reía mientras pasaba los dedos por el pelo castaño rojizo de Evan. Todo lo que Evan pudo hacer fue esbozar una sonrisa tonta antes de quedarse dormido de nuevo.

Mientras Evan estaba sentado, con los ojos vidriosos, Elisa le aplicó el champú con aroma a flores en el cabello y lo enjuagó.

Luego, usó una toalla para secarle un poco el cabello, antes de sacar un secador y secarlo. Una vez que terminó, comenzó a tejer extensiones de cabello castaño rojizo en su cabello existente, mientras Marga trabajaba en recortar su cabello existente para lograr un estilo femenino, concentrándose en su flequillo. Una vez que las extensiones estuvieron tejidas, Elisa le pidió a Marga que trajera un juego de rizadores.

Elisa enrolla la parte delantera de su cabello en la parte superior en dos grandes rulos verticales, antes de pasar al resto de su cabeza, juntando todo lo demás en dos filas de grandes rizos con horquillas alrededor de los costados y la parte posterior.

Una vez hecho esto, le dio un golpecito en el hombro.

—¿Evan? Cariño, levántate, tenemos que llevarte a la secadora —dijo Elisa.

En su estado somnoliento y relajado, apenas reconoció lo que ella decía, pero su voz tranquilizadora lo hizo simplemente permitirle que lo guiara hacia el secador. Sorprendentemente, tenían una fila de cúpulas de secador de pelo instaladas, como las que habría en un salón tradicional de los años 50. Evan se sentó y Elisa dejó caer la cúpula sobre su cabeza.

"Qué mono", pensó. "Y la secadora retro también. Realmente me están dando una experiencia auténtica".

Evan aún no había notado la opresión y la pesadez que sentía sobre su cabeza. Mientras se sentaba, Marga se acercó y agarró una de sus manos, comenzando a limar las uñas. Evan quiso protestar, pero el calor del secador estaba haciendo que volviera a sentir sueño y sus ojos se cerraron lentamente una vez más. La mente de Evan seguía divagando y la cúpula opaca le impedía ver, por lo que incluso cuando tenía los ojos abiertos y enfocados, no podía ver más allá de su propio rostro.

Eso significaba que no se dio cuenta de cuándo Marga empezó a darle forma a sus uñas. Ni de cuándo empezó a colocarle las puntas de acrílico de dos cm y a pulirlas y pintarlas de un rojo brillante, ni de cuándo Shannon empezó a maquillarle un poco el rostro, aplicándole base y colorete en el rostro y las mejillas, aplicando rímel en los ojos, junto con un poco de sombra de ojos y un lápiz labial de tono coral claro en los labios. E incluso si se dio cuenta, algo en la música lo hizo sentir completamente a gusto.

De hecho, Evan estaba tan relajado que ni siquiera se dio cuenta cuando Marga le quitó los zapatos y comenzó a hacerle una pedicura y pintando las uñas de los pies como la de las manos.

Una vez que el secador fue levantado, lo levantaron de nuevo y lo llevaron de nuevo a la primera silla, donde Elisa comenzó a deshacer los rulos, aunque él no podía entender lo que estaba haciendo. Mientras ella estaba de espaldas a su silla, lejos de la vista de cualquier espejo, notó una pesadez en su rostro y sus manos. Elisa estaba bloqueando sus manos mientras ella deshacía los rulos, pero él se lamió los labios y notó un sabor... desconocido en ellos.

"¿Eso es bálsamo labial?", pensó.

Una vez que Elisa deshizo los rulos, comenzó a peinarle el cabello, lo que no le llevó mucho tiempo, antes de quitarle la capa y girar a Evan, revelando...

"¡Oh Dios mío!" exclamó Evan.

¡Parecía una mujer! Tenía el pelo rizado, recordando a una clásica estrella de Hollywood, su rostro estaba maquillado, con labios de un rojo brillante, delineador de ojos alado y cejas delicadamente arqueadas. Evan se llevó la mano a la cara y descubrió sus uñas redondeadas y pulidas. Quiso con todas sus fuerzas protestar, pero por alguna razón, su sorpresa dio paso a una oleada de satisfacción. Me encanta.

—Eso no es todo, Evan. Elisa ayudó a Evan a levantarse y lo condujo a uno de los vestuarios.

Colgando había una bolsa de ropa y Evan no se resistió cuando Marga y Shannon lo ayudaron a desnudarse, ni tampoco se resistió cuando le colocaron una faja sobre la cintura dando forma reloj de arena, medias transparentes sobre las piernas y un sujetador de tiro bajo sobre el pecho con implantes. Una vez que subieron un par de bragas, pasaron a la bolsa de ropa, la abrieron y revelaron un vestido rojo de lunares con una cinturilla negra.

—Se siente bien, ¿verdad? —preguntó Marga.

—Sí… —suspiró Evan.

Los pies de Evan fueron levantados y colocados en un par de tacones rojos de 10 cm. Shannon rápidamente colocó un collar de perlas alrededor del cuello de Evan y ató dos pendientes de perlas con clip a sus orejas, teniendo especial cuidado de no golpear los auriculares. Una vez que eso terminó, Evan lució como la ama de casa perfecta de los años 50.

—Vamos, tu esposa casi ha terminado. —Elisa regresó y agarró la mano de Evan, llevándolo al frente de la tienda ayudándolo a nadar con tacones para no tropezarse.

Marie estaba emocionada al salir de su vestidor con un vestido igual que el de evan pero azul. ¡Estaba preciosa! De hecho, era casi idéntica a la chica que estaba parada en la entrada.

“¿Cuáles son las probabilidades de que la rueda caiga allí dos veces seguidas?”, pensó Marie.

Mientras Marie se acercaba, Evan permaneció de pie sin hacer nada, balanceándose en los tacones desconocidos y jugando con su falda.

—¡Oh, eso fue encantador! —dijo Marie entusiasmada, antes de mirar a su alrededor—. ¿Dónde está mi marido?

—Justo aquí. —Candy señaló a Evan, quien finalmente notó a Marie y la saludó con la mano.

—¿Evan? —cuestionó Marie—. Te ves... Bueno, te ves hermosa, pero eso no viene al caso. ¿Dejaste que te hicieran esto?

Evan asintió con aire soñador mientras miraba a su esposa a los ojos. Marie se dio cuenta de que Evan no estaba pensando con claridad, pero no pudo evitar notar el buen trabajo que habían hecho con él. De hecho, no estaba muy segura, ¡pero Evan había quedado más guapo que la propia Marie!

“Ambos firmaron los formularios, si no están satisfechos…” comenzó Candy.

—No estoy insatisfecha en absoluto —la interrumpió Marie—. Lo que pasa es que estoy sorprendida, ha sido inesperado, pero...

Marie pensó en todos los partidos de fútbol, conciertos o eventos machistas a los que la había arrastrado Evan durante su matrimonio. Y si él ha dicho que sí a todo...

“¡Muchas gracias, chicas!”, dijo Marie. “Seguro que volveremos muchas más veces”.

“¡Me alegro de que hayas disfrutado de tus cambios de imagen!” dijo Candy.

—¡Oh, espera! —Elisa se apresuró a sacarle los auriculares a Evan.

La mente de Evan, que antes parecía flotar en gelatina, de repente empezó a funcionar a toda máquina. Y se sorprendió tanto cuando finalmente se dio cuenta de cómo estaba vestido, viéndose en el espejo, se quedó sin palabras; sus labios pintados simplemente formaban una expresión de asombro.

Marie rápidamente se dio cuenta de lo que estaba pasando y rápidamente agarró la mano de Evan y lo sacó de la tienda, a pesar de algunos tropiezos en los tacones, lograron salir sin muchos incidentes.

—Como al fin y al cabo sigue siendo mi día, creo que deberíamos ir de compras —dijo Marie—. Hay una nueva tienda vintage en el centro, ¿qué te parece, Evelyn? Necesitaremos algo más que estos preciosos conjuntos nuevos, ¿no te parece?

Evan empezó a asentir, pero su mente finalmente se despejó, libre de la música y la atmósfera del salón. Se tambaleó cuando de repente y rápidamente se acostumbró a su nuevo aspecto.

—Oh, muchacho… —suspiró Evan.

Iba a ser un fin de semana muy largo y no tenía idea de cuánto había planeado Marie.

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